“EL INCAL”
VIÑETAS MISTICAS
Por BORJA CRESPO
Jodorowsky, cuentacuentos y cuentista,
gurú ilustrado, socarrón, magnético y mediático, es un visionario en potencia
cuando se pierde entre viñetas. Defiende el lenguaje del cómic como una de las
pocas expresiones artísticas que aún respira sin ataduras y ha reconocido en
múltiples ocasiones su peculiar manera de trabajar con los historietistas. Más
que un guionista se antoja un argumentista. Relata sus ideas efusivamente y
deja entera libertad al dibujante para que planifique la página, decida los
encuadres y pula los detalles puramente técnicos. Así pues, dependiendo de la
capacidad narrativa del autor, la historia puede entenderse mejor o peor.
Aquellos que denotan un buen oficio, que no se desorientan ante el flujo de
ideas del extravagante artista multidisciplinar y pueden plasmarlas
gráficamente con enjundia, son los que perpetran trabajos más reseñables y
rematan la faena. En 1975 conoció a Jean Giraud, Moebius, indiscutible genio
del cómic. Después de su cuarta película, “Tusk”, con la que el chileno no
quedó nada satisfecho, y el hundimiento del proyecto de adaptar la novela
“Dune”, ambos comenzaron a trabajar en “El Incal”, magna obra del noveno arte y
la ciencia-ficción. Aliaron
sus talentos, mientras profundizaban en su amistad, para engendrar una obra
esencial.
Hay títulos que soportan perfectamente el paso del tiempo y mantienen latente un aura de modernidad. Es el caso de “El Incal”, uno de los cómics para adultos más importantes de las últimas décadas. Su particular visión de un mundo futuro, alejado de los convencionalismos de la sci-fi tradicional, cargada de misticismo, rompió moldes en los años ochenta y aún mantiene una inusitada energía que atrapa al lector en cada página. A pesar del caos que impera a lo largo de toda la historia, un detalle que a la hora de la verdad le aporta personalidad, el universo planteado por Jodorowsky en su labor de guionista, rematado por las excelentes ilustraciones de Moebius, grande entre los grandes, nos introduce en un campo minado de incógnitas sobre nuestra existencia que se funden con raíces mitológicas. El relato está protagonizado por John Difool, personaje vinculado a la carta de El loco del tarot, un detective de poca monta -de categoría “R” según su tarjeta- que se ve envuelto por causas del azar en una trama de proporciones cósmicas. Su odisea se inicia con la imagen recurrente de su cuerpo cayendo al vacío, sin saber muy bien por qué, con una amenazante lago de ácido que todo lo disuelve esperándole al final del mortal camino. A su alrededor se nos presenta un mundo futurista poblado de seres estrambóticos rodeados de tecnología al servicio de una humanidad deshumanizada. Pero una vez librado de una muerte segura gracias a una extraña maniobra del destino, siempre impredecible, la mente del protagonista recapitula y va desentrañando las causas de su incómoda situación. Posee algo por lo que es perseguido, un misterioso cristal que guarda un inmenso poder: el Incal. A partir de entonces su vida será una constante huida en busca de respuestas mientras curiosos personajes de dudosas intenciones se cruzan en su camino y grotescos ejércitos al servicio de poderes enfrentados ponen precio a su cabeza.
“El Incal” se publicó originalmente en la
colección Humanoides del “Metal Hurlant” a lo largo de la década de los años
ochenta (83-89). Jodorowsky y Moebius iniciaron su larga colaboración con la
historia “Les Yeux du Chat”. Se habían conocido trabajando juntos en los
diseños de la película “Dune”, proyecto que acabó en manos de David Lynch, lo
que supuso un cambio total en su planteamiento. El conocido dibujante francés,
cuya técnica ha sido imitada hasta la saciedad por otros historietistas, se
encontraba en un momento dulce de su carrera, pero esta ascensión no supuso
ningún problema a la hora de compartir la autoría de la obra seminal. De hecho,
si analizamos el grafismo podemos comprobar una clara evolución en el estilo.
En relación al guión, el argumento se va enrevesando hasta límites
insospechados a medida que avanzamos en la lectura, complicándose su resolución.
De esta
manera se destapa un claro problema, habitual en la trayectoria de un creador
tan impulsivo como Jodorowsky. Da la sensación de que la historia está escrita
progresivamente, sin saber cómo va a acabar. Se despliegan una batería de
deslumbrantes ideas, no siempre bien consumadas, aunque la sensación global
sigue siendo indescriptible. La aventura, de atmósfera absorbente, respira
espiritualidad mientras las ilustraciones, impactantes y sencillas a un mismo
tiempo, permiten navegar en un mar de ilusiones de vivos colores.
La imaginería propuesta en las páginas de “El Incal” ha influido
notablemente en la cronología del cómic, pero también en otras disciplinas como
el cine o la literatura. Su visión del mundo ha dejado huella, así como su
manera de entender la ciencia-ficción, género que se revela como el vehículo
ideal para plasmar las maquinaciones y reflexiones made in Jodo. Sin ir
más lejos, películas como “El quinto elemento”, de Luc Besson, no existirían
sin la referencia de esta saga cósmico-religiosa, incluyendo la adaptación a la
gran pantalla de “Blueberry”, de Jan Kounen, con un resultado lisérgico en
exceso que sembró de perplejidad el patio de butacas, sorprendido ante una
película que mezclaba los lugares comunes del western con la psicodelia y
parecía escrita por el propio Jodorowsky. La estética de Moebius, por su parte,
ha servido como modelo a multitud de dibujantes que no han dudado en beber de
las fuentes de su maestro, en ocasiones llegando al plagio. “El Incal” ha contado con discutibles reediciones -una coloreada de
nuevo-, e innecesarias secuelas, exprimiendo al máximo la gallina de los huevos
de oro: “Después del Incal”, con dibujos de Moebius; “Antes del Incal”, con
ilustraciones de Janjetov; y “Final Incal”, con grafismo de José Ladrönn. La
crítica especializada no ha sido muy complaciente con estos lanzamientos que
explotan la exitosa fórmula sin orden ni concierto.