“MAURO NOS VIGILA”
Por Borja Crespo
El lado absurdo de nuestro vivir
cada día inspira al inquieto Mauro Entrialgo, cronista de nuestro tiempo, como predico
sin descanso. Y no me harto. Con la tercera entrega de “Plétora de piñatas” se
cierra una trilogía esencial para la total comprensión del mundo en el que
vivimos. La serie de volúmenes recopilatorios editados por Astiberri reúnen las tiras de humor gráfico -¡más de
mil!- publicadas durante un lustro en el diario Público. Viñetas de plena
actualidad, de eterna, que despliegan nuevamente las filias y fobias de
un autor que goza de una indudable capacidad de observación y disección de la
realidad, sintetizando a través de gags, con un humor muy personal, el
sinsentido de nuestra civilización y las manías que nos corrompen. En
definitiva, ¿las contradicciones que nos corroen?
Las observaciones del padre de
Herminio Bolaextra están empapadas de ironía, de una ironía necesaria que
remarca nuestro patético comportamiento en determinadas situaciones. Con su
particular e inconfundible trazo, el dibujante vasco afincado en Madrid se mofa
de todo y de todos, con la particularidad de que nos arrebata mil y una
sonrisas, y más de una sonora carcajada. Queda claro que Mauro, parafraseándome
–sí-, es “un filósofo de andar por casa,
con una clara virtud: sacar punta a todo. Absolutamente todo. Observador nato, incisivo y ácido, consigue
momentos hilarantes, desplegando un humor corrosivo marca de la casa, que
regala al lector despierto mucho más si sabe leer entre líneas”. Firmé
estas palabras, y unas cuantas más, a modo de introducción en uno de los tebeos
que aglutinaban los lúcidos vaivenes de Alter Rollo, otro de sus emblemáticos
personajes a través del cual retrata el mundo, señala las injusticias y se mea
en lo establecido. Escribí a su vez que el inefable, ínclito y excelso
Entrialgo “cuestiona por nosotros. Se ríe
de todo”. Crítico y mordaz, en el último tomo de “Plétora de piñatas” nos
ofrece un regalo envenenado, la tira censurada por el periódico que dio cobijo a
la serie. Un cierre perfecto, que remarca todo lo que hemos leído
anteriormente, porque muchas cosas que ocurren a nuestro alrededor no son lo
que parecen. Parecen tonterías, pero no lo son. Son un cúmulo de barbaridades a
pequeña escala, asumidas sin darnos cuenta o aceptando lo aparentemente
inevitable. Hay que prestar más atención, ¿no?
CUESTIONA POR NOSOTROS, PECADORES…
Sólo hay que irse de copas con
Mauro –el que tenga la suerte de poder hacerlo-, una noche, unas horas, unos
minutos, para darse cuenta de que su mente va a una velocidad increíble. Está
continuamente creando. Sin descanso. No apunta las ideas en una servilleta ni
en el móvil ni en el iPad. No lo necesita. Según percibe algo lo cuenta
verbalmente, con su personal gracejo, para el deleite de sus compañeros de
conversación, fiesta o lo que se tercie. Al llegar a casa, dibuja aquello que
le ha llamado la atención, siempre bajo la mirada de sus personajes: sofistica
los hechos, los datos, el detalle… Mauro nos vigila. Hay que tomarse la vida con mucho sentido del humor, y si la risa viene
acompañada por la reflexión, mejor que mejor.
En una entrevista que tuve la suerte de firmar hace tiempo,
con motivo de la salida de “Como convertirse en un hijo de puta”, otra de sus
indispensables obras, al preguntar a Mr. Entrialgo sobre el éxito de la
comicidad del caca-culo-pedo-pis me contestó: “El humor tiene una mecánica sencilla que se basa en media docena de
mecanismos a los que se añaden los tabús de la sociedad en concreto en la que
estés para condimentarlos un poco. La escatología es un tabú en la nuestra,
como lo son el sexo o la religión, pero hay sociedades en que no. Son
condimentos que sin la cocina previa no funcionan. En cambio, hay cocina del
humor que funciona sin condimentos: el humor blanco”. La cita enfatiza un
dato a tener en cuenta a la hora de degustar el potencial de Mauro y las
coloristas ilustraciones de “Plétora de piñatas”: es un experto en el humor,
como tema, como concepto, como herramienta, como arte… Un estudioso al que no
se le escapa una y comparte toda su sapiencia. ¡Gracias!