“EXTERMINADOR DE
SUPERHEROES”
Con dos letras L al final de su nombre de pila es un personaje del Tekken, el popular videojuego, pero Marshal Law no va por ahí, es un tebeo británico con muy mala leche, iconoclasta y sarcástico, que recupera ECC en nuestro mercado para el deleite de lectores de nuevo cuño y coleccionistas despistados. Este antihéroe de uniforme transgresor, contemporáneo a “Watchmen” y “Batman: El regreso del caballero oscuro”, marcó un antes y un después a finales de los años 80 en el terreno de la deconstrucción del género superheroico, llevándolo de lleno al terreno del humor desvergonzado y la parodia descarnada con toques gore, antes de que el asunto se pusiera de moda en la década de los 90. Epic Comics –sello adulto de Marvel- lo publicó por primera vez en 1987, inaugurándose sus peripecias con una serie limitada de seis números que continuó con diversas entregas, la mayoría autoconclusivas, a cual más demencial, incluyendo cross-overs despendolados, en cuyas viscosas y viscerales páginas el inusual protagonista le rompía la cara a personajes en pijama con poderes sobrehumanos fáciles de reconocer a pesar de los rasgos caricaturescos, o gracias a ellos. En una de sus majestuosas e impredecibles tribulaciones practicó pressing catch con, atención, el mismísimo Pinhead de “Hellraiser”, la película (¡sí!), todo un icono del cine de horror. También se tiró de los pelos directamente con Savage Dragon y The Mask (¡vaya dueto!).
Marshal Law, cuya importancia para la historia del cómic debe reivindicarse hasta el punto de aparecer en los buscadores del ciberespacio por delante del individuo cachas del Tekken antes mentado, un mindundi a su lado que ha osado usurparle su más que merecido protagonismo entre internautas aficionados a otras formas de entretenimiento, lució sobremanera, fulgurante, en una cabecera de trayectoria tan exigua como estimulante, “Toxic!”, nacida en 1991 como respuesta a la emblemática revista “2000 AD”. Pat Mills, responsable de los guiones del re-lanzamiento que nos ocupa, y Kevin O´Neill, dibujante del mismo, pergeñaron bajo el estandarte de Apocalypse, junto a Alan Grant, John Wagner y Mike McMahon, un buen puñado de planchas con cadencia semanal donde reinaba la anarquía y brillaban los diálogos lenguaraces. Exabruptos de trazo grueso para el júbilo de lectores desprejuiciados con ganas de fiesta, ansiosos por ver a sus queridos –u odiados- superhumanos dando un paso más allá en sus tropelías. Es decir, ¡que corriera la sangre! Kill´em all!!! If you want blood, you got it!!!
HEIL MARSHAL!
Marshal Law es un inquietante cazador de superhéroes que lleva su obsesión hasta sus últimas consecuencias para limpiar las calles de San Futuro. Le gusta demasiado su trabajo, repartir candela entre los paladines que se pasan de la raya, vigilar a los vigilantes, imponer la ley entre los hombres maravilla, pero tan ardua tarea suele acabar en una gran carnicería. Mutilaciones, anatomía desatada, cabezas cercenadas, tripas pisoteadas… Vestido con signos filonazis, con ropa de cuero, cadenas, armado hasta los dientes y un alambre de espino alrededor de su brazo derecho, no oculta su sadismo y su afán por sembrar el miedo entre sus enemigos con su sola presencia. Le gusta infligir el dolor en sus víctimas. La goza sin remordimientos exterminando a justicieros que han perdido el norte de la manera más exagerada posible. El espectáculo deviene una parodia grotesca del género, un divertimento sanguinolento, cargado de humor negro marca british, cuya existencia ha influido, sin duda, a reconocidas series actuales con similares planteamientos: “The Boys”, “The Pro” o “Kick-Ass”, por citar algunos ejemplos, sobre todo la criatura de Garth Ennis.
Cuando algunos le dábamos a los tebeos de Forum con cierta parsimonia apareció Marshal Law, al que es inevitable comparar con el mítico –e igualmente insano- Lobo. De hecho, en la tebeoteca del que esto escribe los volúmenes protagonizados por ambas fieras del papel están en la misma estantería como un tratado de principios. Las historias de Pat Mills, que ha dejado también su mano en Slaine y Judge Dredd, supusieron un soplo de aire fresco, sangre nueva para la máquina, bien acompañado por el arte de Kevin O´Neill, cuyo estilo gráfico fue todo un descubrimiento por aquel entonces, personal y sumamente expresivo, antes de dar el campanazo gracias a “La liga de los caballeros extraordinarios” (cuyas últimas entregas, por cierto, no las entiende ni el propio Alan Moore).
La apisonadora Law tiene sus propios problemas, algunos de índole sexual, y a pesar de que puede parecer que aprieta el gatillo porque sí, defiende unas férreas convicciones. La violencia de sus viñetas pueden parecer más de lo mismo hoy en día. Sin embargo, en el momento en el cual vio la luz rompió moldes. Además, la serie cuenta con una loable galería de personajes secundarios y desmitifica el género que le inspira de manera magistral, con varios niveles de lectura -que la hemoglobina no nuble el mensaje-. ¿Alguien necesita más razones para degustar una obra que mantiene su gancho y profundidad a pesar del paso del tiempo? A ver si funciona la re-edición de ECC y publican todo, ¿no?
1 comentario:
Podemos enlazar nuestros blog. Espero tu repuesta zombiesv.blogspot.com
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