“Sidetrack City y otras historias extraordinarias”, fue publicado originalmente por Fantagraphics en 1996, y llega hoy hasta nosotros en castellano editado por Autsaider Cómics y ampliado con dieciséis páginas no incluidas en la versión americana.
“Sidetrack City” es la historieta más larga jamás dibujada por Kaz, lo hace entre 1989 y 1991, curiosamente, cuando éste había decidido dejar de dibujar cómics.
En 1987, Kaz acababa de publicar Buzzbomb con Fantagraphics, lo que podría ser entendido como una cumbre o el despegue de un dibujante underground. Su material también está editándose en el extranjero, sus páginas aparecen en El Víbora, en Kannibal (Suecia), Suurikurpitsa (Finlandia), Impulse (Canadá)… y a pesar de todo, sobrevive a duras penas con los ingresos que generan sus historietas… con lo que decide dejar de hacer cómic y centrarse en trabajos de ilustración y de encargo, más rentables.
Lleva una vida tan disoluta como puede permitirse, mucho punk y mucho rocanrol (en esa época tiene un programa en la WFMU) mucha bohemia de artista alternativo y gran interés por experimentar en todos los campos, y como nexo de todo esto: las drogas. Como algo recreativo y como vía de apertura mental y de conocimiento, en esa época en búsqueda de inputs, el LSD y las setas mágicas juegan un papel clave en su vida.
Organiza sesiones de viajes alucinógenos con su amigo Alex Ross, un colega pintor. Se encerraban a cal y canto uno o dos días, desenchufaban el teléfono y se ponían diapositivas de arte, música experimental, tarros con esencias para generar alucinaciones olfativas… siguiendo las guías de “viaje” de Ken Kingsley, viajes en los que acumulaban un montón de garabatos, notas, ideas extrañas y escritos de caligrafía ininteligible.
Y con todas estas anotaciones, visiones y demás, ordenadas, pasadas a limpio y estructuradas, Kaz empieza a trabajar en Sidetrack City, un tebeo que él mismo dice que no espera ver publicado, que lo hacía por necesidad de expresarse, y que tan siquiera comentó con nadie que lo estaba llevando a cabo. En ese momento Kaz está desmoronado anímicamente, llevaba siete años viviendo con su novia, y por una infidelidad lo ponen de patitas en la calle. Esto, unido a esa sensación de que el cómic, que es su vocación y su motor, parece que no le va a dar para vivir, más su afición a las drogas psicodélicas, sientan las bases del cómic más personal de Kaz.
Muy elaborado gráficamente, ya con esa base cartoon que todos conocemos del Submundo, pero mucho más barroco, y que al estar hecho sin fechas de entrega y por puro disfrute, es un despliegue de detalles y minuciosidad de gran disfrute visual.
Con esa base alucinógena crea un escenario insólito, ese Sidetrack City, que es una mezcla de parque de atracciones, con vertedero, suburbio, arquitectura demencial… fuera de toda escala y proporción, en el que habita Bizmark, una especie de esqueleto alienígena con orejas de Mickey Mouse, que podríamos entender como un alter-ego de Kaz. En una ciudad que, de tanto en tanto, es asolada por un exótico y devastador fenómeno meteorológico, los “tornados urbanos”, que podrían entenderse como los vaivenes de la vida, tornados que arrasan selectivamente, que te atacan a ti y al de al lado no. También está Charlie, una cabeza flotante de cerdo gigante, que se le aparece a Bizmark de vez en cuando como un brote psicótico y que actúa como director de su voluntad, interpretable como tantas de esas cosas que tenemos en la cabeza y nos llevan de vez en cuando por caminos que no reconocemos como nuestros.
Sidetrack City tiene mucho de paralelismo semi inconsciente con su propia vida, que él mismo pensaba que estaba llegando a su fin. En 1991, con el cóctel de problemas con su exnovia, la crisis personal y económica que atravesaba le llevan a desarrollar una úlcera de por vida, y que hasta que se la diagnostican, le produce unos dolores de estómago épicos y sangrados abundantes, hasta el punto de creer que va a morir en breve. Esta preocupación le lleva a sobrecargar de texto las últimas páginas de Sidetrack City, a fin de poder terminar la historia antes de su inminente fallecimiento, como él creía. Afortunadamente no fue así.
Y por lo que respecta a las “otras historias extraordinarias”, también vienen bien sazonadas de alucinógenos. Con planteamientos visuales, dentro de esta estética de dibujo animado clásico, casi imposibles de describir o explicar por el nivel de delirio y originalidad: el fin del mundo como nunca has visto representado, historietas que tratan de la libertad personal o del sentido de la vida como nadie los ha enfocado así antes ni después.
Todo esto en un tono entre poético y humorístico, con un toque entre sarcástico y nihilista que lo hace una lectura muy interesante.
Visualmente, es un Kaz ya maduro, superando lo ese Buzzbomb de 1987, más irregular e impreciso, y ejecucionalmente muy por encima de su trabajo en Submundo, que si ya es un cartoon demencial muy particular, aquí juega con ese ímpetu juvenil de dedicación y entrega absoluta al trabajo artístico
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La cantidad de elementos insólitos que incorpora es alucinante, con planteamientos de página preciosos, muchos juegos de rotulación muy ornamentada, que el histórico rotulista, Nono Kadáver, se ha encargado de adaptar al castellano con todas las bendiciones y felicitaciones de Kaz y Eric Reynolds, editor de Fantagraphics.
Una traducción maravillosa de Paula Maroño y un prólogo y epílogo con extractos de conversaciones con el propio Kaz, que permiten datar y ubicar el origen y publicación de casi todo el material incluido en el libro, con anécdotas referentes a cada una de ellas, lo convierten en un libro potente, que para los aficionados a Kaz que no conocieran esta parte de su obra, les va a sorprender y a ayudar a entender y a situar al autor y su mundo con una visión más completa y más compleja del, a día de hoy, más popular guionista de Bob Esponja.