Por Borja Crespo
Somos conscientes de que el mundo del cómic no gasta demasiada energía en cuestiones promocionales, sobre todo por estos pagos. Quemar dinero en publicidad está más que descartado. Ni las grandes casas se atreven, o simplemente pasan. Dejémoslo en imposible. El riesgo no es lo nuestro. Sabemos que hay un problema en general, pero pocas editoriales se ponen las pilas en este aspecto. Probablemente porque no pueden, económicamente hablando, cuestión de contratación. Pero hay detalles al alcance de la mano. Por ejemplo, últimamente me obsesiona especialmente lo que nos encontramos en los textos que van en la contraportada de las novedades. Hay que cuidar cada línea: es la tarjeta de presentación inmediata del producto en puntos de venta no especializados. No han de ser muy extensos e ir al grano, sobre todo si la intención es abrirse al gran público. Un rosario de palabras poco –nada- crípticas viene bien para despertar la curiosidad de un profano. Hay que insuflarles atractivo sin caer en lo obvio. El aficionado puro y duro ya está enterado, lo tenemos en el bote, aceptamos que sigue la trayectoria de los responsables del lanzamiento. Sin embargo, por citar una muestra, no entiendo la edición reciente de “Nueve preguntas” por parte de Dibbuks. Si no controlas el proyecto de antemano por algún cauce, ¿de qué va la cosa? Ninguna nota introductoria que ayude a arrojar luz sobre la interesante naturaleza del tomo. En las editoriales grandes, centradas en la literatura, hay gente a sueldo que se encarga de estas tareas. Menos mal que vivimos un “momento dulce” en los medios.
Me voy por los cerros de Úbeda, lo sé, pido disculpas, pero viene lo antepuesto al caso porque la edición de “Rocky” que trae bajo el brazo Fulgencio Pimentel, la editorial con el nombre más chocante y sugerente de la piel de toro, me ha invitado a reflexionar sobre la información que manejamos en esto de los tebeos. Tras leer la contra, me reafirmo: hay que cuidar los mínimos detalles si queremos llegar más allá en cuestión de ventas. La sinopsis empieza muy bien, vendiendo la moto con soltura, mentando a Huckleberry Finn para que el tema nos suene a aventura, pero a mitad de párrafo la explicación se decanta por dirigirse única y exclusivamente al habitual comprador de historietas que conoce al autor de la propuesta. Es una decisión a la que estamos acostumbrados, perfectamente válida, pero opaca si queremos acercarnos a un lector nuevo –ese que tanto perseguimos- que echa un vistazo a un ejemplar del libro, expuesto, entre muchos otros títulos, en una superficie de venta con algo más que viñetas. Ahí lo dejo.
LA CHICA COHETE
“Rocky” es una obra de Jaime Hernández no publicada por su editorial habitual en nuestro mercado que, además, difiere del formato al que estamos acostumbrados a la hora de disfrutar con los relatos y el grafismo del creador de la magistral serie “Locas”. Se trata de un álbum de aspecto europeo, con una deliciosa portada que remite hábilmente a ese espíritu de edición independiente, de fanzine, a reivindicar, que marcó los inicios del artista junto a su inseparable hermano, ambos narradores excepcionales. La edición entra por los ojos de manera distinta, con lo cual puede abrir las puertas de la percepción a otros posibles compradores. Los fans del magistral dibujante y guionista ya están ahí, tras su rastro, ansiosos por aplacar su afán completista, pero seguramente hay más de un sujeto despistado dentro del propio medio que no se ha fijado en su arte y algún individuo que pasa por delante, deslumbrado por la llamativa cubierta –bonita bonita-, puede picar el anzuelo.
LOCURA TEEN
“Love & Rockets”, cabecera referente del cómic independiente estadounidense, era pura energía juvenil y los sigue siendo décadas más tarde, a pesar de que haya intenciones elogiables por recoger el testigo. En sus páginas se publicaron a mediados de los años 80 las andanzas de un personaje entrañable rescatado para el deleite de todos. “Rocky” mezcla ciencia-ficción de andar por casa, en la línea de “Mechanics”, con la problemática adolescente. Hay ecos de “El retorno de las Ti-Girls: Dios y ciencia”, editada hace escasos meses por La Cúpula, casa madre frecuente de las correrías gráficas de los Hernández. Para entender los comienzos de su 50% resulta esencial su lectura, en bandeja de plata gracias a Fungencio Pimentel (me gusta escribir y rescribir este apelativo). Atendiendo a las primeras historias, podemos disfrutar de la evolución del estilo en el dibujo del artista, de su juego con el entintado, camino de apuntalar su personalidad sobre la hoja en blanco.
“Rocky” es también un buen reflejo de la obsesión de los Bros Hernández por los personajes femeninos, aquí una chica cósmica de apenas dieciséis años, devota de los viajes espaciales, adicta a visitar planetas remotos e islas mágicas de la mano de su inseparable robot, Patoso, alias Pat, la mascota ideal. Con su risueño compañero de hojalata existe una complicidad maravillosa que permite al ilustrador emplear un tono fantástico, a veces caricaturesco, incluso ingenuo, que acaba con una melancolía extrema al cerrar el álbum. El lector ajeno al trabajo de Jaime Hernández sentirá la aventura, la alegría de vivir, la felicidad que transmite una mente a punto de desbocar. Un aplauso a Fulgencio Pimentel –otra vez- por apostar por esta curiosidad. Recomendado queda el tebeo, aunque parezca que hablo de todo y de nada. Con cierta razón me pitarán los oídos, pero para datos concretos está internet y aquí pretendemos ofrecer una perspectiva diferente.
1 comentario:
Saludos! :)
que buen blog tienes aqui - seguire algunas de tus recomendaciones para leer - por aqui te dejo mic comicblog! si deseas pasarte por ahi y comentarlo _:)
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