Si algo hay que reconocerle a Bastien Vivés es su gran capacidad para sorprender y reinventarse. Es lo que sucede en Los melones de la ira, su última obra en la que, tras una bella e idílica portada de encuentra una historia que pocos podríamos imaginar.
La historia comienza con una joven campesina que tiene graves dolores de espalda debido a sus enormes pechos. La chica no puede más y cree que debe visitar a los médicos, pero su familia, padre, madre, e hijo, no confían en ellos, y no tienen dinero. Finalmente, el padre accederá y el caso se convierte de interés general para todos los hombres del pueblo, llegando hasta el alcalde. El problema es que lo que hacen con la chica precisamente no es hacerle una revisión tradicional.
No contaremos más, porque parte del encanto está ahí. Una obra que contiene un montón de escenas de carácter sexual que se muestran de forma explicita, y donde revolotea siempre un aire malsano, incluidas relaciones incestuosas.
Vivès utiliza grandes viñetas y un trazo muy suelto, casi salvaje, que casi no nos permite conocer a los personajes por las caras, pero que si se esmera cuando ha de dibujar a la muchacha y sus grandes melones. Utiliza el blanco y negro, pero con gran abundancia de grises, que ayuda a suavizar el tono trágico que la obra adquiere al final.
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