Hellblazer fue durante muchos años una de las colecciones insignias del sello Vértigo. John Constantine apareció por primera vez en Saga of the Swamp Thing núm. 37 con guiones de Alan Moore. Fue tal la acogida del personaje por parte de los lectores que en 1988 consiguió colección propia y fue de las primeras, una década después, en ser acogidas por el sello Vértigo.
El éxito de Hellblazer se basó en dos cosas, el carisma de su personaje, y la calidad de sus guionistas, que hacían siempre que se moviera en una tonalidad de grises a nivel moral.
Gozó de gran éxito y por su colección pasaron casi todos los mejores guionistas de la época: Garth Ennis, Warren Ellis, Brian Azzarello y un largo etc.
La cosa fue bien hasta que, en uno de esos grandes movimientos que a casi nadie gustan, la editorial decidió hacer un gran relanzamiento y Constantine pasó a estar integrado en el Universo DC y a interactuar con los demás superhéroes de la editorial. Tremenda cagada que no funcionó y donde el personaje perdió toda su idiosincrasia.
Después de ese fracaso, la editorial lo volvió a intentar, sin devolverlo al sello Vertigo pero tratando de devolverle parte de todo aquello que lo hizo grande. Y el primer volumen de ese nuevo intento es el tomo que hoy nos ocupa.
Guionizado por Ming Doyle y James Tynion IV y con dibujos de Riley Rossmo y Vanesa del Rey, Constantine todavía se encuentra viviendo en Nueva York y tiene una pléyade de fantasmas a su alrededor, que más que atormentarle, le divierten. Son los fantasmas de todas aquellas personas que han muerto por su culpa. Pero todo cambia cuando una entidad empieza a matar (y esta vez parece que definitivamente, a dichos fantasmas) Constantine deberá averiguar quien lo está realizando y acabar con ello, aunque deba volver a Londres para ello.
Aunque los guionistas tardan en cogerle el pulso, y los dos primeros números son un poco lentos y confusos, el tomo va cogiendo chicha y la trama se engrandece, ofreciéndonos una historia que escarba en el nuevo pasado de John que le enfrentará con algunos de sus propios demonios internos.
Merece una oportunidad.
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