"¿Ataca al dogma?, ¿ataca a la Iglesia?, ¿a sus ministros?, ¿a la moral?, ¿al régimen y a sus instituciones?
Una ficha como ésta es la que los censores franquistas debían rellenar sobre cada tebeo que pretendía publicarse en España a partir de 1939.
Este filtro tan específico, centrado en la paranoia político-ecelesiástica hizo, según explica Vicent Sanchís en el libro Tebeos mutilados (Ediciones B), que entre 1947 y 1952 se colase en revistas como Pulgarcito un humor "mucho más corrosivo" que el que después practicarían los medios de marchamo progre como La codorniz o Hermano Lobo. En aquellos años florecieron la aventura de El Capitán Trueno y la sátira social bañada de miseria de Carpanta.
Continúa en ADN
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