En Parets del Vallès, en un polígono industrial cerca de Barcelona, se encuentra lo más parecido a la más deseada de las cuevas de Alí Babá para los amantes del cómic, o mejor dicho, de los clásicos tebeos. Es aquí, en un edificio propiedad del Grupo Z, donde se guardan los archivos y fondos de la mítica Editorial Bruguera, el sello que lanzó al estrellato a los personajes creados por Francisco Ibáñez, Jan, Josep Escobar, Manolo Vázquez, Víctor Mora y Ambrós, entre muchos otros.
En este archivo se guardan los incunables del mundo del tebeo. Entre ellos están colecciones prácticamente completas de publicaciones como «Tio Vivo», «Pulgarcito» o «DDT». En ellas aparecieron las primeras historietas de los agentes Mortadelo y Filemón cuando lo suyo era solamente una agencia de información, los hermanos Zipi y Zape, la cascarrabias de doña Urraca, las solteronas hermanas Gilda o el hambriento Carpanta. A ello se le suman otras publicaciones como las revistas que llevaron el nombre de algunos de estos personajes con todas sus derivaciones: «Mortadel», «Super Mortadelo» o «Mortadelo Especial». También abundan las rarezas como la revista «Tintín», en la que se aparecieron, aunque de manera seriada, las aventuras del reportero creado por Hergé aparte de numerosas creaciones del cómic europeo, especialmente el belga como «Los Pitufos».
El guerrero indio de Uderzo
Entre esas curiosidades, aunque francesa, cabe señalar un álbum que en su momento dedicó Bruguera a Umpah-pah, un guerrero indio creado por Uderzo y Gosciny, el mismo equipo creador del exitoso resistente galo Astérix.
Dentro de sus colecciones, Bruguera realizó un notable esfuerzo por la divulgación de los clásicos de la literatura de todos los tiempos. El archivo guarda una completa colección de las series «Novelas ilustradas» con la versión en viñetas de los textos de Verne, Salgari, Twain e incluso Cervantes. Igualmente, este sello también editó narrativa y en su serie Libro Amigo llegaron a publicarse desde «A sangre fría» de Truman Capote a «Ubú Rey» de Alfred Jarry pasando por «La arboleda perdida» de Alberti.
De lo que no queda ni rastro en el archivo de Bruguera es de los originales de los numerosos dibujantes que pasaron por el sello. Cuando la editorial cerró por suspensión de pagos en 1986 y antes de que sus fondos fueron adquiridos por el Grupo Z –hecho que permitió la creación de Ediciones B–, muchas de las páginas ilustradas por Ibáñez, Raf o Escobar desaparecieron en extraños robos o fueron destruidas con trágicas consecuencias para la historia del cómic español. Algo de lo que sobrevivió a ese expolio fue salvado por la Fundación Gin, una entidad creada a instancias de Ediciones El Jueves y que suele mostrar esas obras en algunas de las exposiciones que celebra regularmente.
2 comentarios:
La verdad es que dio pena lo de Bruguera, y que desaparezcan cómics por robo o dejadez más todavía.
Yo tuve la suerte de comprar todos los de Umpah-pah por dos duros en una tienda y son una maravilla.Pero eran de la editorial Akal, no sé si tenía que ver con Bruguera.
Una pena sí, pero la labor de recuperación de muchos de estos clásicos empezada en 2010 merece mucho la pena.
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