Su aspecto no le delata. Suehiro Maruo es apocado, parco en palabras, y no parece ser el autor de algunos de los mangas, léase cómic japonés, más enfermizos del mercado. Convertido en un artista de culto sin quererlo, este genial nipón con pinta de progre pasado de rosca visitó el reciente Salón del Cómic de Barcelona para el delirio de sus fans, a los que casi toma por locos, todavía incrédulo ante su éxito desproporcionado. Aún recuerda que sus primeras historietas fueron rechazadas en numerosas editoriales por raras y de mal gusto, características que han engrandecido su obra con el paso del tiempo.
La retorcida fantasía que puebla las viñetas de este personal autor, cuyas planchas originales se cotizan por las nubes, pronto fue entendida por una editorial de manga para adultos, donde no tuvo que someterse a ningún corsé que frenara su fértil y desbocada imaginación. Una visión desviada de la realidad, empapada de un onirismo más sombrío de lo habitual, vertebra las páginas de un artista cínico y modesto, ante todo autodidacta, que antes de dedicarse profesionalmente a dibujar fue expulsado de mil colegios, se hizo carterista ocasional y fue a parar con sus huesos en la cárcel por robar discos de Pink Floyd y Santana, aunque lo lógico es que hubieran sido de algún grupo siniestro. Títulos como “La sonrisa del vampiro”, “Midori, la niña de las camelias”, “Lunatic Lovers” o “El monstruo de color de rosa”, todos ellos publicados en nuestro mercado por Glénat, dan muestra de la obsesión de su máximo responsable por temas tan didácticos como el asesinato, la violación, el aborto o el incesto. Pero Maruo no esconde nada: sus imágenes están siempre en el límite de lo que la censura (o autocensura) editorial de la obscenidad y la perversión permite.
-En tu obra hay constantes que se repiten, como niños con prótesis.
Utilizar personajes infantiles me parece más interesante que emplear adultos.
-¿Eres capaz de confesar influencias?
Una de las influencias más claras en mi trabajo es el cine de David Lynch. El surrealismo también me atrae, el arte de Magritte y Dalí, por ejemplo, pero en general siempre me ha gustado tocar temas con un toque antiguo, antes que cosas modernas, como la tradición del muzan-e (estampas o esculturas de atrocidades), un arte popularizado en Japón allá por el siglo XIX.
-Curiosamente tus cómics se revelan contemporáneos.
Japón es un país que ha evolucionado mucho, pero hoy en día Tokyo no me llama la atención tanto como hace quince años. Antiguamente me inspiraba más, y transmito esta idea en los cómics que dibujo, los paisajes, las costumbres, la situación social...
-Tu obra está poblada de imágenes que representan actos repulsivos con una belleza y elegancia que hipnotiza y horroriza al mismo tiempo.
La utilización conjunta de imágenes perturbadores con un estilo bello me permite jugar con lo grotesco. Consigo ese efecto, un claro contraste entre fondo y forma. Evidentemente, alguna intención de crear una reacción concreta hay, transmitir una sensación de extrañeza al lector, pero todos los dibujantes de cómic comparten ese objetivo. En realidad no es nada especial.
-¿Romper tabúes es bueno para la salud?
Es un sano y recomendable ejercicio mental.
-¿Has sufrido algún tipo de censura?
En Japón nunca ha habido una separación entre las obras que son para adultos y las que no, por ello siempre ha habido una gran permeabilidad hacia mi obra. Quizás esta es una de las razones por las cuales en Occidente mi trabajo ha llegado a un público más concreto, incluso diferente.
-¿Qué lugar ocupan tus obras en el mercado japonés?
Mi público es variado, desde adolescentes a adultos de más de cincuenta años. Mis tebeos se pueden encontrar en el mismo sitio donde se venden cómics para niños o público en general. No están marginados en un circuito alternativo.
-¿Cómo te sientes al ser un autor de culto en Occidente?
No sé cuál es la razón por la cual he llamado la atención de cierto sector, o de tanto público. Quizás la clave es que he empleado el erotismo y una serie de referencias culturales que invitan al morbo, o reflejan el sexo desenfrenado de tal manera que despiertan la curiosidad de muchos lectores.
-Algunos te consideran el Marqués de Sade japonés.
Eso parece, y es algo que me sorprende y me divierte porque no me lo dicen en Japón, sólo en Europa y Norteamérica.
-También has dibujado portadas para grupos de música.
El punk rock ha tenido influencia en mi forma de concebir el arte y viceversa. Creo que mi trabajo es una referencia para algunos grupos musicales con los que me he relacionado de alguna manera.
-Aparte de David Lynch, al que has mencionado antes como una de tus influencias, ¿te interesan otros cineastas?
No me gustan las películas de Kitano, aunque pudiera parecer lo contrario, y disfruté mucho viendo “Kill Bill”. Devoro mucho cine extranjero.
-¿Qué te traes entre manos?
Actualmente estoy pensando en dedicarme a una línea más comercial. Estoy muy centrado en la segunda parte de “La sonrisa del vampiro”. Los protagonistas son los mismos y se ven sumergidos en un extraño viaje con muchas sorpresas.
Publicado originalmente en el suplemento Evasión
3 comentarios:
Wow!
Zas!
Maruo es un genio de lo retorcido. Y como dibujante es excepcional.
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